lunes, 14 de marzo de 2011

Cometo el error de no querer compartir mis dulces.

Hace tiempo que no tenía una buena sensación de esas. Es una tincada, un poco más estable, pero una tincada al fin al cabo, de proa popa.
Para variar, vuelvo a confiar, confiada en que no me volverá a suceder lo que no quiero que suceda. Vuelvo a creer en los buenos momentos, en la simplicidad de las cosas, en el té con galletas, en las películas en casa, en la conversación eterna y en los mensajes de texto que comunican más que la hora de llegada.
Me emociono al límite de mojar mis nuevos anteojos, pero lo hago con gusto, los estreno porque lo que siento es amistad verdadera, o como se llame. Sí sé, que quiero que sea excepcionalmente eterna.
Y he ahí un nuevo error mío. Querer que todo dure hasta siempre.
Me pasa con los dulces, los libros, las películas y tal. Me pasa con todo lo que me da gusto, no quiero que termine jamás y además, hago pataleta cuando si sucede. Cometo el error de encariñarme con cosas y personas que quizás están destinadas a ir y volver, cometo el error de ser egoísta y celosa de todo. Cometo el error de no querer compartir mis dulces.